
A las nueve en punto nos juntamos afuera de la casa de Manuel. Luego de una serie de chequeos de inventario emprendimos rumbo hacia la loma del cerro. El viaje fue largo y extenuante, pero al grupo lo envolvía un silencio abismante. Las estrellas tintineantes eran como pequeños anzuelos que tentaban a nuestros ojos, generando una especie de zombies que caminaban sin siquiera fijarse por donde caminaban.
Al llegar a la cima nos organizamos para ordenar el lugar. Mientras los demás buscaban leña yo debía levantar la carpa. Luego de terminar, me acosté en el suelo para descansar un rato. Lentamente las estrellas empezaron a opacarse hasta quedar totalmente absorvidas por la obscuridad. Llame a Manuel y los demás, pero no hubo respuesta. La nieve empezó a caer. Se escuchaban a lo lejos unos gritos, debía ser Manuel. No sabría explicar porque...pero me sentía...encerrado.
Hacía diez años que me había mudado. Los viejos recuerdos de Manuel y los demás eran recurrentes en mi, algo inevitable. Hacía años que no sabía nada de ellos. El único recuerdo físico que conservaba era una bola de decoración que me dio Manuel el día de mi partida. "Llevatela contigo, así estaremos contigo para siempre". Cuando me sentía solo tomaba la bola y la agitaba. Era de estas bolas que se agitan y simulan la caida de nieve...un efecto increíble. Sin embargo, lo que más me llamaba la atención era un niño que se veía al interior. Parecía usar una gorra roja...igual que Manuel.
1 comentario:
por fin entiendo como asen los barcos dentro de las botellas.
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